martes, 4 de octubre de 2011

Coketown era una ciudad de ladrillos rojos, o de ladrillos que habrían sido rojos si el humo y las cenizas lo hubieran permitido. [...] Coketown contenía varias calles muy grandes, todas muy semejantes unas a otras, y muchas calles pequeñas todavía más parecidas entre sí, habitadas por personas también iguales unas a otras, que entraban y salían todas a las mismas horas, produciendo el mismo ruido sobre las mismas aceras, para hacer el mismo trabajo, y para quienes todos los días eran iguales, sin diferencias entre el ayer y el mañana, y todos los años la repetición de los anteriores y de los siguientes.

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